Perder es ganar un poco

― ¿Otra vez?, ¡qué pendejada con vos, hombre!

― No se queje y mejor págueme.

El gordo se levantó del suelo y empezó a esculcar en los bolsillos del pantalón sucio. Sacó dos billetes, y sin siquiera desarrugarlos, los tiró al lado de los otros que había perdido. El otro lo miraba con una sonrisa de campeón.

― ¿Otra partida, gordito? ―le lanzó, retándolo.

Mientras se sentaba, lo miró con rabia. Sabía que le quedaban unas pocas monedas y sin ellas, no podía moverse de esa vereda. Sin embargo estaba decidido a recuperar lo perdido, no podía quedarse con las manos cruzadas.

― ¡Listo!, pero esta vez sin trampas…

― ¿Trampas?, ¿está insinuando que yo le he ganado con trampa?

― ¡Es que no me explico cómo, si no fue con trampa!, ―decía el gordo, mientras se rascaba la calva, incrédulo, desesperado. Doce manos consecutivas en derrota. Doce. Una tras otra― vos tuviste que sacar cartas de algún lado… ―lo examinó con calma, de pies a cabeza― ¡la gorra!, ¡ahí están las cartas!

Se fue quitando la gorra lentamente, dejándole ver al otro que no había nada debajo.

― ¡Yo soy bueno, hermano, tiene que aceptarlo!

― Sí, pero yo soy más bueno. Reparta eso, mejor…

Recogió las cartas que estaban tendidas, las juntó con el resto y empezó a barajar.

― ¿Y usted cómo se llama? ―preguntó mientras revolvía el mazo de cartas.

― Gary, mucho gusto, hombre.

― ¿Gary?

― Sí, muchacho. Gary Alberto Posada, para servirle.

― ¿Gary…como Gary Coleman?

― Sí, y como Gary Galeano…

«» «» «»

― ¡Otra vez!, ¡no jodás!...si querés te empaco los zapatos…

― ¿Quién lo manda a jugar sin saber con quién?

Estaba en ceros. Ni una sola moneda. Plan B.

― Le propongo mejor otro juego.

― Dígame en qué otro asunto le puedo servir, antes de irme…

― Simple: todo o nada. El que pierda, se queda sin nada. El que gane, se lleva todo.

― ¿Todo lo que yo le gané?, ¿está loco?

― Es cuestión del azar, muchacho…

Miraba a Gary intentando descifrar qué podían contener esas palabras. Estaba oscureciendo y el transporte no era bueno en el lugar, tenía que estar en la carretera antes de las seis…pero no todos los días aparecía un lugareño regalando plata.

― Cuénteme de qué se trata, si me conviene pues le entro…

― ¿Has apostado en la ruleta?

― Sí, un par de veces…

― ¿Te ha ido bien?

― Las dos veces gané…no mucho, pero gané.

― Entonces no hay problema… ―le dijo mientras sacó de su talego un revólver.

― ¡Guarde eso, que las armas me dan miedo, hombre!

― Si pierde, me quedo con todo…si gana, se queda con todo… ―le metió una bala en el tambor vacío― ¿le entra?

No había opción. Un arma cargada en manos de un hombre desesperado era una orden.

― Le entro… ―puso los billetes entre los dos.

Sin decir palabra, Gary le dio vueltas al tambor del revólver, se lo puso en la sién derecha, hundió el gatillo y el clic que sonó lo dejó tranquilo. Le pasó el arma al otro.

― Ahora vas vos, quedan cuatro vidas y una muerte…

Recibió el revólver, cerró los ojos y lentamente lo dirigió a su sién derecha, como había visto hacerlo hacía un momento. Pum.

― ¡Ganaste, güevón!

El Sujeto

Mi foto
Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.