Si Dios fuera colombiano...

Soy un sujeto que se mantiene en forma, regularmente practico ejercicios para la imaginación; planteo dos afirmaciones (tal vez premisas), la segunda dependiente de la primera, las relaciono y comienzo a desglosar cómo sería esa situación con todas sus variables. Muchas veces he llegado a conclusiones interesantes, no para el común de la gente, pero a mí me han servido mucho. En este ejercicio quiero que me acompañe, que hagamos juntos lo que suelo hacer en mi intimidad, cojamos una situación, la modificamos y veamos cómo resulta. Lo primero que yo hago antes de comenzar la labor es darme estímulos cerebrales, mis estimulantes favoritos son el cannabis y el café, usted puede hacerlo con lo que plazca y si le place, es una simple recomendación.


Primera afirmación: Dios existe.
Segunda afirmación: Dios es colombiano.

Si Dios fuera colombiano…
  • De estar disponible sería en horario de oficina.
  • A parte de San Pedro, serían varios departamentos de secretarios y demás despachos para atender las súplicas.
  • La corrupción llegaría hasta las altas cortes celestiales y, de alguna u otra forma, sería más sagrada.
  • El trono de El Señor sería de guadua.
  • Posiblemente Jesucristo sería negro o indígena.
  • Jesucristo no se llamaría Jesucristo, tendría algún nombre de proveniencia gringa o europea y con mala traducción.
  • Jesucristo no habría tenido la fortuna de nacer en un pesebre sino en un hospital del Seguro Social.
  • Los doce apóstoles serían quince o veinte compinches y nunca podrían ser acusados de concierto para delinquir.
  • Los milagros serían realizados bajo techo y con boleta.
  • El mundo, de haberse creado, hubiera sido en más de siete días por culpa de los festivos y de los contratistas.
  • El quinto mandamiento sería Matarás y el séptimo sería Robarás.
  • El diezmo sería del 16% (y subiendo).
  • El Diablo sería Chávez, nunca Bush, Obama o Uribe.
  • Agro Ingreso Seguro sería un programa para comprar lotes en El Paraíso.
  • El Paraíso sería la hacienda Nápoles.
  • El acompañamiento musical a la liturgia sería con vallenato.
  • El cuerpo de Cristo sería arepa y la sangre sería aguapanela.
  • De camino al cielo habría pescas milagrosas (guiño).
  • El coro celestial estaría encabezado por Juanes, Shakira, Carlos Vives o Fonseca.
  • El cielo no tendría solo llaves sino alarma y sistema de monitoreo por cámaras.
  • La Selección Colombia ganaría algún mundial.
  • El Vaticano sería lo que hoy conocemos como El Caguán.
  • En vez de noticias del entretenimiento recibiríamos avisos parroquiales.
  • Al presidente del Senado sí le alcanzaría para la gasolina de las camionetas.
  • USA sería un departamento.
  • Colombia no existiría.

Y si Colombia no existe tampoco existe Dios porque es colombiano. Así se termina el ejercicio, ojalá hayan sudado lo que yo, espero hayan disfrutado de este pedazo de entrenamiento, que, personalmente, considero exquisito. Seguramente no salió nada rescatable esta vez, pero le aseguro que de repetir el ejercicio varias veces y con diferentes variables, usted puede llegar a planteamientos que no son tan sencillos. Espero también, que no se le haya pasado el estímulo, lo abandono para que continúe.

Navidad del ateo, ¡qué feliz navidad!


¡Ah!, ¡Navidad!, época de compartir en familia y con los amigos más cercanos, el momento del año donde no se permite estar triste, donde el espíritu navideño impregna los corazones de millones y hace que el amor, la tolerancia y la cooperación broten de cada ser para que la felicidad reine, y, con ansias, esperar hasta el vigésimo quinto día del mes, que nace El Niño, y después celebrar hasta que el año nuevo arribe y todo vuelva a la calma. Así, en teoría, es la Navidad que celebra la mayoría de adeptos a Jesucristo, cristianos, católicos y demás cristodependientes disfrutan de algo más de treinta y un días de fiestas, cánticos, novenas, liturgias y actos solemnes conmemorando el natalicio de Jesús. Pero, ¿cómo celebra la Navidad un infiel?, ¿de qué manera soporta estos días una persona que sabe que Jesucristo no nació?, ¿qué opciones tiene un incrédulo que no se trague esos cuentos bobos?

El asunto empieza desde septiembre, el ambiente se va impregnando de fiesta, el desespero por dejar todo tirado y lanzarse a la rumba es notorio en diversos ámbitos, los precios misteriosamente empiezan a incrementarse, los tumultos en las calles van apareciendo paulatinamente, hasta que a los dos meses, en noviembre, ya se declara la Navidad en casi todos los lugares. Para el ateo promedio ―persona medianamente sensata, capaz de distinguir entre una verdad científica y una ficción, tendiente a dudar de lo que le plantean― la Navidad es una fecha estúpida, no tiene sentido andar ebrio más de treinta días de cuenta de las historias de un susodicho que nunca existió, tampoco reunirse diariamente por nueve días haciendo fuerza para que nazca alguien que, de nacer, lo hizo hace más de dos mil años, y aunque estuviera por nacer apenas, no habría nada qué celebrar. Pero hay un tipo de ateos que, sabiendo cómo es que funciona la doble moral, celebramos ―porque me incluyo― algunas fechas de esta época.

Es inevitable caer en las garras de algún grupo de creyentes que celebren estas fechas. Es inevitable, a veces, dar con uno de esos grupos y tener que recitar algunas estrofillas en rima, cantarlas o simplemente aplaudirlas. Pero lo que es más inevitable es caer en los excesos, excesos de todo tipo y por cualquier vía, sobredosis de aguardiente, de chicharrón, de natilla, de buñuelos, de sexo, de más chicharrón y más natilla y más buñuelos. Y al salir de ese montón de excesos es inevitable caer en otro, y así, el país con más días festivos en el mundo, se convierte en el país con más excesos del mundo. Para un devoto puede sonar como el mismísimo infierno, pero para los ateos que celebramos borrachos la navidad, es tan onírico que lo único que se me viene a la cabeza para compararlo, es el paraíso. Así es, restándole a diciembre el simbolismo se puede disfrutar, a ciencia cierta, de una de las mejores épocas del año.

Recuerde que mover unas maracas no lo van a convertir inmediatamente en creyente, participar de la novena no lo va a hacer quedar como un buen cristiano, cantar y aplaudir canciones para niños no lo va a hacer estúpido, por el contrario, si de vez en cuando se une a la celebración, las recompensas pueden variar: desde un pedazo de chicharrón hasta un aguinaldito carnudo. A pesar de ser un mes hipócrita y absurdo, hay un grupo de ateos que lo celebramos como Dios manda, sacrificamos animales, mantenemos bacanales de varios días consumiendo el cuerpo y la sangre de Cristo ―vino barato y pan duro―, santificamos las fiestas y esas otras cosas que no nos compete; somos ateos pero no aguafiestas, comprendemos el significado de diciembre y lo sabemos apreciar: el mes de los excesos lo vivimos con excesos.

¡Feliz banalidad, infieles!

Al fútbol, lo que es del fútbol


Hoy voy a hacer pública una postura que no me había atrevido a mencionarle a mucha gente por miedo. Por el mismo miedo, voy a medir mis palabras y a no pasarme de la raya con lo que escriba pues temo por mi integridad. Hablar de un tema que levanta pasiones tan enormes en un pueblo violento lleno de ignorancia es un riesgo pero me veo en la necesidad de mencionar algunas cosillas que, parece, nadie ha querido tomar en serio. Todo es acerca del fútbol, el deporte rey en este pedazo del globo, específicamente el fútbol jugado en el país, el fútbol colombiano, ese que no he podido aprender a soportar. Y no tiene nada qué ver el hecho de ser apátrida, es simple y básico respeto al arte de manejar la bola con los pies. Sin ser un aficionado a la liga nacional, me he percatado de alguna que otra carencia que tiene el fútbol colombiano y, a continuación, las voy a mencionar.

Al fútbol colombiano le falta personalidad: cada país tiene su especialidad futbolística, a nivel de liga y a nivel de selección nacional cada región se caracteriza por alguna propiedad táctica o técnica que le da nombre y le permite diferenciarse del estilo de los otros: el fútbol italiano es rápido y rudo, el fútbol inglés es vistoso y aéreo, el fútbol brasileño es adornado y rastrero, el fútbol paraguayo y uruguayo es de fuerza y de jugadas de laboratorio, el fútbol colombiano es la combinación de los estilos anteriores pero con pésima praxis.

Al fútbol colombiano le falta estrategia: a medida que pasan los años y se van acumulando las decepciones por los resultados de la liga nacional y los partidos del equipo nacional, me queda más claro que los colombianos siempre hacen uso de la misma maniobra: apelan al error del otro. Eso explica los empates y las derrotas de la Selección Colombia y los resultados abultados de la liga colombiana ―una liga llena de errores con director técnico y nombre propio―, eso explica, también, el hecho de que los jugadores que triunfan en el exterior no puedan hacer nada diferente a fracasar cuando visten la camiseta tricolor.

Al fútbol colombiano le faltan técnicos: y lo único que tiene son ex futbolistas jubilados o directores técnicos de cafetería. Para ser estratega, en cualquier campo, hay que aprender a ver las diferentes posibilidades que se presentan, hay que tener la habilidad de adelantarse al oponente y aprender a leer su juego, no simplemente soltar a once negritos ―no es un comentario racista, es lo que se ve en el fútbol colombiano― y reemplazar a los primeros tres que se cansen o se atrofien más. La solución es contratar a algún extranjero ―el extranjero, sea de donde sea, generalmente sabe más― que sepa del asunto y el panorama empieza a cambiar.

Al fútbol colombiano le hacen falta futbolistas: de once jugadores de fútbol, puede que uno sea futbolista. Cualquier pendejo puede darle golpes a una pelota, cualquier pendejo puede correr sin frenos, cualquier pendejo puede agarrar un balón a cabezazos, cualquier pendejo puede quitarle la pelota a otro, pero solo un futbolista es capaz de hacer todo eso con inteligencia, con técnica y con intención de aportarle al juego. Son pocos los equipos de la liga colombiana que pueden darse el lujo de tener dos o más futbolistas y más pocos aún los que pueden decir que tienen dos o más futbolistas de nacionalidad colombiana.

Al fútbol colombiano le hacen falta espectadores: pero le sobran fanáticos. No se puede negar que un equipo de fútbol se beneficia mucho de los hinchas, en gran parte son el apoyo anímico y económico de la institución. Lo que tampoco se puede negar es que entre esos hinchas hay unos que rebasan el límite de afición y se topan con el del fanatismo, esa plaga que ha causado tantas desgracias en Colombia, los individuos que hacen las peores cosas en nombre de su equipo ―de lo que suponen su equipo―.

Al fútbol colombiano le hace falta fútbol: del buen fútbol solo nos queda una Época de oro ―patrocinada por el narcotráfico y protagonizada por extranjeros―, una clasificación a octavos de final y una Copa América. Pare de contar. No tenemos gran cosa para narrarle a los nietos, nos queda el consuelo de tener vivo al Pibe Valderrama, de que René Higuita se haya operado la cara o de que Falcao García sea goleador en alguna liga europea.

Le faltan muchas otras cosas, pero esas son las principales. La lista es larga y compleja, son muchas las deficiencias que tiene el fútbol colombiano, tantas que no sería capaz de contar con los veinte dedos que tengo. Si la Federación Colombiana de Fútbol empezara a trabajar para corregir estos pocos puntos, el asunto puede ir mejorando, de lo contrario, de seguir haciéndolo de la misma manera que llevamos haciéndolo todos estos años, creo que lo mejor es adquirir un paquete de canales deportivos en el proveedor de servicios televisivos favorito y disfrutar del buen fútbol que solo podemos apreciar en una pantalla.

El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.