De la poesía


Unos piensan que es ese baile que hacen
las letras cuando están abrumadas por el tedio,


Otros creen que es el sublime resultado
de la reunión esporádica de algunas palabras suicidas,


Pero la poesía es ese carrito que pasa y espanta
a las tórtolas cebadas en la acera del restaurante chino.




Micromanualito de ética para cacos


Hace unos días atracaron a una amiga mía, cuando supe la llamé, preocupado por su integridad, y para mi sorpresa me contestó tranquila y hasta contenta. Conocí de primera mano los detalles: estaba esperando el bus en un paradero, sola, se acercaron dos sujetos aparentemente inofensivos, un señor y un adolescente, bien vestidos, ―padre e hijo, pensó ella― y en cuestión de segundos los tenía a unos centímetros. Ambos la saludaron con amabilidad y le dijeron un nombre ―que no recordaba y seguramente no eran reales―, la invitaron a sentarse, el mayor le enseñó un arma de fuego muy bonita y le informó que, por desgracia, esa vez iban a tener que despojarla de sus pertenencias; le indicó que se abstuviera de escándalos porque, definitivamente y si no quedaba otra opción, iban a herirla. Le insistió en que ninguno de los tres quería heridos.

Cuando terminó de contarme la historia yo ya estaba planeando cómo escribir el cuento, solo faltaba que me contara el final emocionante o inesperado, pero la historia terminó con ellos apartándose y ella llegando en taxi hasta la casa por cuenta de ellos. Un final bizarro y bueno, pero lo más importante es el mensaje que quisieron dejarle, me dejaron y deseo dejar: no importa lo que se haga, con la decencia cualquier cosa mejora. Todo hay que decirlo, ¡qué ladrones tan decentes!, con un cambio de concepto crearon distinción de marca, mejoraron el servicio al cliente, lograron dejarlo menos insatisfecho, mejor dicho, ¡qué buen trabajo de branding solo con la decencia! Con el siguiente Micromanualito de ética para cacos, usted, amigo hampón, va a poder conseguir que los clientes le prefieran a la hora de verse acorralados en un atraco.

NOTA DEL EDITOR: El Sujeto que cavila no apoya este tipo de actividades bajo ninguna circunstancia, el texto se elabora con el único fin de fomentar la buena praxis entre los integrantes del gremio.

Señor rufián, entendiendo que hace lo que hace como última opción y no por elección personal, que es por necesidad, preste atención a los siguientes puntos:

Respeto. Nadie entrega nada con gusto si se siente intimidado. Usted, como ejecutante de la acción principal, no debe mirar excesivamente al cliente y menos con cara de quererlo violentar, mucho menos hacer el ademán, y por ningún motivo, llegar a la violencia (ni verbal ni física). Recuerde que la decencia no lo va a hacer menos efectivo, y, al contrario, puede confundir, de entrada, a la otra parte.

Saludo. Esencial en cualquier transacción, presencial, virtual, individual, grupal, como sea. Con mi poca experiencia en transacciones lo único que sé, es que siempre se saluda. En su caso, señor caco, logra desconcertar al cliente y le proporciona un poco de seguridad, teniendo en cuenta las circunstancias. Preséntese, dele su nombre (sin apellidos) con tranquilidad pero no su alias.

Atuendo. Busque comodidad pero no llegue al exceso de la informalidad. Luzca sus mejores prendas cuidándose de ser clásico y para nada llamativo, recuerde que una prenda única lo puede hacer caer en alguna pesquisa policial y le facilita el trabajo a los investigadores. Además de aportarle a su labor estaría ayudando a su autoestima, báñese bien, aféitese, no consuma drogas mientras esté de turno y con uniforme, cuide su imagen porque será la primera y ―ojalá, para el cliente― última impresión que usted va a dar. Si no cree en los buenos resultados del traje, fíjese cómo le va de bien a los ladrones que ejercen de corbata.

Claridad. Sea conciso y explícito. Ponga al cliente al tanto de la situación, cuéntele sus condiciones en los mejores términos y, por lo que más quiera, haga énfasis en aclarar que no va a ser utilizada la violencia de no ser necesaria, si tiene oportunidad de sentarse a conversar con el cliente, hágalo, ofrézcale asiento para que asimile mejor la situación. Esta operación no le debe tomar más de un par de minutos porque lamentablemente es una labor dependiente de la eficacia y la rapidez, pero se mejora con la elegancia y los buenos modales.

Asepsia. Sus herramientas de trabajo deben estar impecables y preferiblemente esterilizadas. Puede parecerle exagerado pero le recomiendo seguir todas o la mayoría de reglas de bioseguridad (que no me corresponde hacérselas saber), incluyendo el porte de botiquín y el curso de primeros auxilios, de seguro le van a ser útiles. Mata dos pájaros de un solo tiro ―sin matar a nadie, que quede claro―, evita accidentes dolorosos y logra que sus instrumentos luzcan pulcros y dignos de ser utilizados, nada de cuchillas oxidadas, jeringas usadas o armas de fuego engrasadas, sea estricto con este punto, no escatime esfuerzos, recuerde que es por su seguridad y la de sus clientes.

Garantías. Supongo que después de todo, no es su intención que el cliente tenga problemas llegando a su hogar o al sitio a donde se dirigía antes de encontrarse con usted, tampoco es posible que se quede sin sus pertenencias íntimas y sin valor comercial, sea práctico; devuelva la papelería que lo identifique, las cartas amorosas, los condones (si están en la billetera, seguramente no sirven ya) y la tarjeta del celular. No ponga en riesgo al cliente, asegúrese de que no tenga que hacer filas en entidades públicas y si es posible, reembólsele algo de dinero para los pasajes. Evítese disgustos, malentendidos, y, sobre todo, dilemas morales.

Cordialidad. Es lo primordial, la piedra angular de este micromanualito, recuerde siempre saludar, sonreír y despedirse. Los buenos modales, vale recalcar, son vitales para cualquier negociación, la cordialidad facilita la socialización y hace que el mensaje llegue de mejor forma. Si se le impregna un poco de ella a todo el proceso, es casi seguro que el ambiente laboral se torna positivo, la clientela tenderá a incrementarse y, lo más importante de todo, se consigue la plenitud del espíritu que solo se siente cuando la conciencia está limpia.


Con los anteriores puntos, usted, señor ratero, bandido, malhechor, o como prefiera que lo llamen, va a lograr que sus sesiones y sus gestiones mejoren en rendimiento y en eficacia, son casi una garantía de buen rendimiento en su actividad delictiva, pero, eso sí, dejando claro que robando también se puede ser decente. Llénese de buena energía cada mañana, deje los problemas en casa, empéñese en entregar un buen servicio y en empapar de su buena actitud al cliente, que, como todos sabemos, es lo más importante.

Por un idioma idóneo, usemos el sinónimo


El parlache, para el que no sepa, es un lenguaje derivado del español, donde se alteran unas de las palabras existentes, se les asigna nuevo significado o simplemente se crean unas nuevas, dando como resultado una jerigonza codificada donde una frase se puede componer de una seguidilla de términos desconocidos para los conocedores del idioma del que se deriva. Para algunos, para los puristas, el parlache es una ofensa al lenguaje, un hongo que va creciendo y va manchando el idioma, pero para mí ―y para otros cuántos―, el parlache es otra muestra de que el español no termina de complicarse, en este dialecto nacido en Medellín, veo la riqueza del idioma que nos impusieron los que conquistaron nuestra tierra (los españoles y la violencia).

Es común escuchar palabras del parlache en gente de todo tipo, sea una chinga o sea una cucha, ningún pirobo copia de nada para el involucre, ya porque tenga filo o porque está cogido, porque llegan los tombos y toca abrirse sin visaje o porque algún pasquín salió tumbado, no hay man o polla que no haga uso de una que otra palabreja de este peculiar dialecto. Cuando no se está al tanto de las nuevas expresiones que surgen de los jóvenes, es muy complicado comprender lo que hablan entre ellos, y de hecho, los orígenes del parlache se derivan de esa característica: el parlache tiene la intención de comunicarse mediante un código conocido por unos cuántos, en un principio para delinquir sin dejar evidencias, ahora lo hablamos todos sin querer queriendo.

También creo que, aunque el parlache es una rama que representa riqueza idiomática, trae consecuencias malas para el mismo, por el uso común de unas palabras se van dejando otras en el olvido, términos hermosos, sublimes a veces, capaces de describir con mayor exactitud y belleza lo que se quiere decir con una palabra que está en el vocabulario de todos. Porque amo el español, porque siempre lo he defendido a capa y espada, propongo una campaña para que recuperemos esos vocablos en desuso: por un idioma idóneo, usemos el sinónimo. Hagamos del español oficial un parlache, hagamos que nuestro mensaje sea comprendido solo por personas que conozcan el idioma que hablan.

Hagamos de un Ya vengo, voy a comer un En breve, retorno, me traslado a yantar, transformemos un No entiendo, volveme a explicar en un Mis capacidades cognoscitivas se encuentran en desventaja frente a la información que se le presenta, apelo a su gentileza para albergar de nuevo dichos datos; hablemos de pernoctar en vez de dormir, de plaustro en vez de carro o de desapacible en vez de cansón. Sé que cuento con varios de ustedes, sé que no voy a estar solo hablando como un loco atrapado en otro siglo, estoy seguro de que mi propuesta va a tener eco en varias personas. Y así me despido por esta jornada, mis perros, delegándoles este importante encargo, en nosotros queda el futuro de las palabras que reinaron otrora. Yo veré parceros, a parlar bien chimba pues, ¿sisas?

El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.