Otra entrevista con El Sujeto. Parte II.


Se levantó del sillón y llegó con cara de haber dormido seis años. Puso a calentar agua para más café y me invitó a pasar a la terraza. Nos sentamos en unas sillas de plástico con los pocillos de café cargado —6 de café x 5 de azúcar, me confesó en medio de su taquicardia— y comenzamos a grabar la segunda parte de la entrevista.

PARTE II: Año nuevo, vidabuena.

Andrés Flórez (AF): Sujeto, ¿cómo me lo ha tratado la vida lo que va de este 2013?  
El Sujeto (ES): Aquí las tengo pa’ que me las bese. 
AF: En serio, ¿qué le trae este año?     
ES: Mucha pobreza, veo hambre por todos lados. Pero eso está bien, el artista está destinado a ser flaco aunque algunos desmintamos esa ley.

AF: Después de tanta alharaca no se acabó El Mundo en el 2012, usted ya me había manifestado su incredulidad y me había dado las razones con nombres en idiomas que no le entendí, pero, ¿por qué cree que se formó el escándalo tan grande?  
ES: Porque la gente es boba.     
AF: ¿Solo por eso?, yo pensé que me iba a hablar de algún fenómeno desconocido.
ES: Pues eso lo sabemos todos, la gente es boba, por eso hay bancos, iglesias y macdonalds en todo el planeta. Es que… —se tomó unos instantes para prender un cigarrillo—, no crea, en este mundo hay más marranos que helecho. Algún bobo creyó haberle atinado a una interpretación totalmente carente de lógica y salió gritando tan duro que otros bobos escucharon y compraron trincheras.

AF: Cuénteme qué opina del proceso de paz que adelanta el gobierno colombiano con los guerrilleros de Las FARC, ¿le ve futuro?       
ES: ¿A quién, a la guerrilla?       
AF: No, a Colombia.          
ES:
No, no, no —alcanzó a decir después de una carcajada estruendosa—, tiene más futuro el año pasado.      
AF: Pero, ¿cree que habrá paz en el país? 
ES: No, yo no veo cercana esa posibilidad. Acá no conocemos eso, es un concepto tan extraño como el respeto y la cultura, desde que nacimos estamos dándonos machete y al paso que vamos, vamos a terminar bañados en sangre.

AF: Y hablando de terminar, ¿cómo se enteró de la muerte del ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez?     
ES: Estaba viéndome la novela de la tarde y me la interrumpieron, pasé el canal para ver a Laura pero también estaban dando la noticia. Luego me mandaron varios correos electrónicos, me llenaron la bandeja de entrada de Facebook y me mandaron cuarenta y cuatro mensajes de texto.        
AF: ¿Maduro o Capriles?        
ES: Me quedo con Pikachu.

AF: ¿Y cómo vio lo de El Papa?       
ES: ¡Perfecto!, la platica tiene que circular, hermano. Los suramericanos somos buenos derrochando presupuesto y, con fortuna, El Vaticano se quiebra en unos años. Igual Benedicto era muy feo, esa mirada de suegro que llevaba siempre, esa actitud de asesino serial, no se la quitaba nadie.

AF: Cada vez más cerquita de la legalización del cannabis en todo el mundo, ¿usted cree que se logre pronto?       
ES: Pues acá en este tierrero es mejor que no legalicen nada, el negocio está en la ilegalidad. Soy apátrida pero no soy del todo egoísta, a Colombia no le conviene la legalización porque dependemos, en gran parte, de la narcoeconomía mundial.

AF: Sujeto, le tengo que preguntar, tema ineludible: ¿Colombia va o no va a Brasil 2014?       
ES: ¿Están muy costosas las entradas?, yo creo que más de un narco tiene para pegarse el paseíto. La Selección, obviamente, se va a ver los partidos por televisión, pero el emprendimiento de los colombianos es tan marcado que más de uno va a estar en primera fila viendo buen fútbol.   
      
AF: ¿Usted no es hincha de La Selección? 
ES: No, a mí me gusta el buen fútbol, vea, este equipo está lleno de estrellitas intermitentes, tiene sus buenos jugadores, pero no pueden hacer mucho. Colombia tiene, va a tener y ha tenido el puesto de relleno en las eliminatorias para clasificar a los mundiales.

En ese momento se levantó de la silla irritado y volvió al sillón sin decirme nada. La siesta se prolongó y yo me quedé esperándolo una hora más. Se despertó renegando y diciéndome que había soñado con el 5 – 0, se hizo a una pipa de vidrio y empezó a bombear para darme la tercera y última parte de esta, otra entrevista con El Sujeto, que estaré colgando en los próximos días y que, por alguna razón que no sé decirles cuál, no se pueden perder.

Cartas a Carito


La última noticia que tuvo de ese niño fue la tercera carta. Carito era la más alta de la clase cuando llegó nuevo al salón, lo presentaron como de otra ciudad cuando no había necesidad, se le notaba que venía de otro lado, se le notaba en las manos y en los ojos. El primer día no habló con nadie, no supieron si podía hablar o no. Al segundo día supieron que sí hablaba, y que hablaba mucho, solo que no hablaba con las niñas, las relaciones las establecía estrictamente con los de su mismo género. Desde el principio se mostró cortés, educado y participativo, siendo el nuevo de la clase buscaba la manera de encajar bien en todos los grupos y subgrupos que llegaban a existir en el aula, en pocos días llegó a la categoría de popular y su fama trascendió paredes. El rumor llegó como aleteo de mariposa a los oídos de Carito: el nuevo estaba enamorado de ella, no de Claudia, ni de Marisella, como el resto de niños. Ella supo en clase de aritmética, entre isósceles y escalenos, mientras lo miraba tomar nota incómodo con la mano derecha en la única silla para zurdos que tenía el salón, la que se le había asignado mientras le conseguían una para diestros, aunque no alcanzaron. Ese día, en medio de un triptongo, recibió la hoja doblada en cuatro partes medianamente iguales, que no revisó sino hasta que llegó a la casa. La leyó sin interés pero con emoción y aunque no tenía remitente, supo que era la incómoda caligrafía de un diestro que se defendía sobre una silla para zurdos; en la primera carta se presentó y le explicó que él no estaba acostumbrado a hablar con niñas, que él les escribía.

Esa semana terminó con los ojos de Carito sobre él, que aunque no le devolvía las miradas en el transcurso de las clases, se desbordaba en cortesía cuando le tocaba. El sábado y el domingo estuvieron cargados de sentimientos encontrados para ella, realmente no le gustaba el niño nuevo, se había sentido halagada por estar en la mira de un varón, pero no estaba convencida del todo. Es que era muy bajito para ella. A sus once años ya medía más de diez centímetros que el resto de sus compañeros y compañeras; sí, era más alta que el más alto de los niños del salón y él, el nuevo, pues era de los pequeños, ¿cómo se verían en un abrazo?, era como estar con el hermanito menor, aunque no tenía hermanitos. Además ella no tenía permiso para tener novio, lo que siempre le habían dicho era que primero había que estudiar, que después habría mucho tiempo para esas cosas, que, entre otras cosas, no eran propias de esa edad. Pero el lunes, mientras repasaban los departamentos y las capitales con el mapa colgado en la mitad del tablero, recibió la segunda carta. Esta vez venía acompañada de una margarita de las mismas que tenía el jardín de la entrada del colegio, y además, con la ayuda de alguna superficie propicia y cómoda, la letra parecía ser más legible. Esta vez, cuando lo miró, la estaba mirando. Sostuvieron la mirada por tres eternos segundos que fueron suficientes para secar los ojos de Carito, y, al parpadeo, el niño nuevo estaba repitiendo en voz alta con el grupo la capital de Yopal. El mensaje de la segunda carta traía claras las intenciones, ella le parecía muy linda pero sobre todo muy decente, no como Claudia y Marisella, tan inmaduras, tan corrientes. Por primera vez dejó de pensar que era demasiado pequeño, ahora ella, de pronto, era demasiado alta. Y eso no era problema, todo se solucionaba con una pequeña flexión de rodillas, ¿o acaso dolía?

El martes empezó con el sol entrando por la ventana del salón. Ella llegó después de la profesora, se sentó en su puesto y esperó a que se llenaran uno a uno los pupitres. La mirada que comenzó ilusionada y contenta se tornó a melancólica cuando no vio llegar al niño nuevo, estaban todos y todas, menos él. Cuando estaba escribiendo el título del tema que iban a explicar, se acordó de él, se iba a atrasar, pero ella le iba a prestar el cuaderno. Dudó para escribir fungi, pero se esforzó en hacer letra clara para que él pudiera ponerse al día sin problema. También lo recordó en el recreo y le guardó una de las galletas para entregársela con el cuaderno de ciencias naturales. Pero en la última clase, la profesora de español la llamó aparte y le entregó la tercera carta. Esta vez no tenía flor. No vio la hora de llegar a la casa para leer la carta sin estar rodeada de niñas envidiosas y chismosas; de Claudia y de Marisella, salió corriendo sin despedirse de nadie cuando anunciaron la hora de salida y en menos tiempo del que le tomaba llegar a donde vivía, Carito inició la lectura de la última noticia que tuvo del niño nuevo. Sintió el peso de tres elefantes rosados sobre la espalda: por alguna razón que no le explicaba por escrito, solo podía esperarla quince minutos después de salir de clase, solo ese día, allá le contaría todo y, además, quería saber si ella le correspondía, necesitaba alguna respuesta. Si el tiempo hablaba solo, él iba a entenderlo, no era la primera vez que una niña más grande lo rechazaba, pero no se lo decía por ser grosero, sino para evitarle remordimientos. Y el tiempo había pasado mientras ella corría contra el viento por los jardines que, casualmente, tenían las mismas florecitas del jardín de la entrada del colegio. El niño nuevo no volvió al otro día. Tampoco al siguiente. Carito llegó a la conclusión de que no podía llegar a ninguna conclusión porque nadie sabía nada, ni las profesoras, ni los amiguitos, ni el mismo director. Guardó las cartas en una bolsita de terciopelo donde tenía la ropa de las muñecas viejas y esperó a que llegara alguna carta nueva.

¡Allá van, Señor Agente!


¡Es que no hay derecho, ala!, uno queriendo desprenderse de las malas energías mediante la fricción de las cobijas y ellas —también eran ellos, Señor Agente, pero sobre todo ellas— madrugan a gritar. Mire, eran como doscientas cabecitas soltando alaridos, no le miento. Es más, había uno especialmente molesto, que no le bastaba con ir gritando las sandeces esas, sino que cada tanto lo hacía con un altavoz, ¡imagínese! Es que no es por nada, Señor Agente, pero no tienen perdón de Dios. Imagínese, levantarse hoy cuasidomingo a las ocho de la mañana, ¡O-CHO-DE-LA-MA-ÑA-NA!

No los estoy acusando porque sea un ateo, un irredento, realmente no es nada personal, los señalo por varios delitos, crímenes atroces, casi de lesa humanidad: sin estar felices con haberme despertado con sus balidos y consignas comunistoides, los acuso de hacer un uso pésimo de los acentos y los silencios a la hora de leer textos rimbombantes y llenos de pasión barata, los acuso de asesinar todas y cada una de las notas musicales; las aplastaron sin dolor, sin método empezaron a ejecutarlas y cada vez fue peor, los acuso de inmorales, puedo ver tantas piernas que me atrevería a pensar que estoy presenciando un concierto de tropipop, los acuso de crueles, insensibles, irrespetuosos e insensatos, entre otras cositas.

Pero, Señor Agente, no vaya a creer que estoy exagerando. Yo le confieso que de vez en cuando me fumo mi cachito, pero lejos de los demás, yo no molesto a nadie. Vea, no es por nada, no soy yo solito, es cuestión de cultura ciudadana, de civismo, de tolerancia, hay que respetar los espacios públicos, Mi Agente. Hasta los ladrones ejercen sin hacer demasiada bulla; usted me dirá que estoy amañando los hechos pero yo le puedo asegurar que la decencia no se amaña, uno es decente y respeta o no. Allá van, ¿sí los ve, Señor Agente?, ¡cójalos que se le vuelan!, como dizque tienen ayuda sobrenatural. Ya me requisó a mí y vio que no tengo rama, pero ellas —también son ellos, Señor Agente, pero sobre todo ellas—, bamboleando su pecado, el pecado natural que resulta de hacerle daño a la naturaleza sin razón lógica, y usted no les hace nada.

Yo recuerdo una vez, hace un par de años, cuando un amigo llegó a la Universidad muy alterado y con hambre. Unos de ustedes lo habían apresado porque lo vieron cantando y bailando en la calle, como no le encontraron nada en la raqueta —requisa, en la jerga específica, para los desentendidos— le imputaron un cargo tan absurdo que solo se me ocurre para este caso: estado de extrema excitación. Yo, Señor Agente, le ordeno, como fiel contribuyente de impuestos, que las aprese a todas: apile a esas urracas camanduleras y bullosas, abran el Atanasio, hagan anillos de seguridad y batidas, como saben hacerlo, estoy cansado de que vayan por ahí delinquiendo y nadie haga nada, ¡allá van, Señor Agente!

¡Habemus Papam sudacam!


¡Habemus Papam!, gritan en Roma, ¡tenemos Papa!, gritan los pregoneros en las centrales de abastos de este rincón del averno. Y es que podemos estar viviendo la noticia del año: el Papa Benedicto XVI renuncia y a Francisco I le toca el puesto todavía caliente y con olor a veterina. La noticia tiene, al menos, tres partes; primero, occidente estrena Papa, segundo, el Papa saliente sigue vivo, y, tercero, el nuevo Papa es sudaca, ¡habemus Papam sudacam! Lo primero y lo segundo, me importó muy poco, pero, lo último sí me tiene con los pelos imaginarios de punta.

Hasta el último papado, Europa había sido la que mandaba la parada, y era lógico eso, el continente más sabio y más antiguo de occidente era apto para producir líderes de tamaño internacional y con capacidad para cumplir bien las labores que se le presentaran, pasaron veintiún siglos de muchos papados sin demasiados problemas ―sin contar con la sobrepoblación y el calentamiento global que propició el finado Wojtyla. Pero esta época vino con cambios, Estados Unidos tiene un presidente negro y El Vaticano tiene mandatario sudaca.

Pero, ¿cuál es el problema en que sea sudamericano?, ¿acaso los nacidos en esta parte del planeta no podemos llegar al poder?, pues sí que podemos, pero las consecuencias han sido nefastas: cada que hay un sudamericano poderoso la historia termina en guerra. Empezando por Tupac Amaru II, pasando por la larga lista de libertadores, después el Che, y, cómo no mencionarlo, Pablo Escobar. Todos han sido poderosos y sus ideas de poder han terminado bañadas en sangre. No sé si por culpa de ellos siempre, pero así ha sido.

Yo solo le pido al nuevo Papa, al argentino, al Papa Sudaca, que nos limpie el nombre, ahora que tiene la oportunidad, que aproveche el estatus que le da ese título y apele a las buenas costumbres para hacer todo lo que tiene que hacer, que se ponga la mano en el corazón y piense cómo puede hacer de mejor manera su trabajo, cómo puede aplicar ética y no moral, cómo puede lavar el nombre del continente, y, de manera encarecida, le quiero pedir que si por su culpa y en nombre de La Iglesia tiene que rodar sangre, que no vaya a ser del culo de ningún niño.

Exhortaciones para bestias en dos ruedas


Hace poco tuve la oportunidad de compilar y redactar unas cápsulas deconducción que los lectores del blog me agradecieron mucho, pero estuve revisando y creo que quedaron demasiado generales. Eso es bueno porque hasta un peatón se puede instruir de ellas, pero es malo porque se quedan cortas cuando se ve desde el punto de vista de cada medio de transporte: no van a ser iguales las instrucciones para un ciclista que para un discapacitado en silla de ruedas, no van a ser iguales las instrucciones para un automovilista que para un motocicleto. De la conducción de carros solo conozco la parte en que voy en el sitio del acompañante y no me estreso por nada, pero como soy motociclista, ya puedo dar algunas señas especiales que pueden facilitar la tarea, que a la hora de apearse en la bestia, las reglas estén más que claras.

Señor (a) motoneto (a), preste atención y tome nota de las siguientes exhortaciones,  que hoy, por su bienestar y por el mío, vengo a obsequiarle:

Es necesario que sepa, ante todo, que lleva las de perder siempre. En su vehículo ―dependiendo del tamaño de la moto― tiene la ventaja de poder escabullirse por cualquier rincón, pero también, por cualquier rincón se puede caer. Esa ventaja se convierte en debilidad en cualquier momento, dependiendo de muchas cosas, entre esas su habilidad, pericia, pilotaje o como le quiera llamar, también de los demás conductores. Estando en una moto, cualquier enemigo ―enemigo es cualquier otro que no vaya en nuestra moto― es peligroso, por más pequeño que sea, claro que mientras más grande, más sangriento puede resultar el encuentro.

Deje el miedo en la casa. Es lo mejor que puede hacer, montarse en una moto da miedo porque la humanidad queda expuesta y dependiendo de la velocidad, el vértigo puede actuar en menor o mayor medida. También eso de atravesarse en medio de dos tracto camiones produce reducción testicular inmediata, pero en vez de frenar y orillarse, yo recomiendo acelerar. Acelerar en vez de frenar sirve para todo, menos cuando de verdad queremos frenar.
Frunza el ceño. Inicialmente sirve para filtrar la luz y para proteger los ojos de las partículas de mugre que puedan entrarse en el camino, pero, en verdad, sirve para evidenciar la rudeza que necesitamos demostrar. Debemos recordar que ante cualquiera llevamos las de perder, pero en esos casos hablan nuestros modales: mirar feo y adelantar, mirar feo y pitar, mirar feo y gritar sandeces, mirar feo y atravesarse, mirar feo y seguir mirando feo. Evite confrontaciones, el único contacto que debe sostener es con la mirada.

Cargue un billete entre la licencia y la matrícula. No tanto para la despinchada en caso que se le estropee una llanta, ni para la grúa cuando la moto le deje de funcionar, ni para la gasolina cuando hay sequía tanqueal; el billete ―ojalá de alta denominación― es para el agente, sea policía o de tránsito, que ese día se vio en apuros monetarios y acudió a usted para abastecerse, al menos, de “la gaseosita”, como le llamarían ellos.

Invoque a la suerte. No le garantizo que vaya a llegar sano y salvo siempre que se suba a una moto. De hecho es muy posible que por alguna razón, usted pueda resultar debajo de una volqueta o encima de algún taxi, así que, si es creyente, entréguele su alma al señor que sea; en mi caso, como no creo en muñequitos, invoco al azar y lo invito a que se haga de mi lado: siempre, antes de salir en la moto, repito seis veces la consigna “si hay chulo que sea otro”, la enciendo de una patada y me voy buscando fortuna.

Ojalá las use, ojalá anote y memorice punto a punto, no sabe usted cuándo pueda necesitarlos. No omita ningún dato, póngase el casco y acelere con seguridad, que, con seguridad, por más seguro que se sienta, no va a estar seguro. Se lo aseguro.

¡Feliz día del problema, oh, mujer!


Si algo me caracteriza es lo poco detallista que me hizo Dios, pero esta fecha quería que todo fuera diferente, esperaba sorprender a mis allegadas con algún presente, así fuera etéreo. El problema era que no tenía ni idea de qué les podía gustar a todas, porque era un obsequio general, un gesto que les diera a entender lo mismo a todas y que todas quedaran contentas. Ahí estaba el problema, ¿cómo tener a todas las mujeres contentas?, a duras penas puedo contentar a una que otra de a raticos. Estaba perdido, y ni modo de preguntarle a alguna mujer de confianza porque no podía dañar la sorpresa. Me sentí sin salidas y con mucha pena acepté que para ser un problema relativamente pequeño, había desistido muy rápido.

Para dar con el detalle exacto me tocaba indagar sobre la celebración, ¿qué sería bueno regalar para un género que está recién liberado?, tal vez un libro de algún ex secuestrado, el de Pinchao, pensé. Pero no pasaría de ser alegórico y tal vez algunas no lo leerían, tal vez algunas lo tomarían con desagrado, y es comprensible, yo haría lo mismo con un libro así. Lo otro que quedó descartado fue el chocolate, nada que las engorde, las recriminaciones a futuro podrían ser muchas y muy fuertes, así que nada de dulces, nada de helados, a menos de que sean light. ¿Una flor para otra flor?, ¡no sea mañé!, pobre y feo, pero nunca tan antichévere. A menos de que fuera una flor útil, consumible, una que se pueda usar y no se pudra en agua, o una flor en matera, luego mostrar la tierra que se acumuló en las uñas mientras sembraba las pequeñas maravillas.

¿Y si no querían que les restregara en la cara que todavía no son iguales a nosotros?, no considero que mi género sea dominante, pero la sociedad sí, las sociedades sí, y eso lo comprueba el hecho de que haya grupos de mujeres en todo el mundo que peleen para asegurar lo contrario. Todavía no hay equidad aunque se trate de demostrar lo contrario, por ejemplo en Antioquia, a lo largo del año, se han registrado 189 asesinatos, 25 de los cuales son mujeres, hasta donde se sabe. ¡Apenas 25 mujeres muertas!, el resto de cadáveres, 164, hombres, pobres ellos. ¿Y si les molestaba el detalle, y si lograba lo contrario a lo que pensaba en la concepción de la idea?

Después de pensarlo varios días, decidí no celebrar nada y pasar desapercibido; era preferible que algunas mujeres importantes me hicieran el reclamo y les explicaba con sinceridad, era lo peor que podía pasar, ellas me iban a entender. Y no es que no les desee un feliz día, siempre se los deseo, sobre todo a las más agraciadas, pero considero, después de lo que pensé, que es mejor no decirles nada, realmente es mejor hacerlo pasar como cualquier otro día, además, ¿qué ganan ellas con desearles un buen día sabiendo que muchas que quieren oírlo, no lo merecen, y a muchas que lo merecen les importa un culo?, digo. Que celebren en otro lado porque acá en Antioquia apenas hemos matado a 25.

Otra entrevista con El Sujeto. Parte I.


De ocupación en ocupación se va pasando el tiempo y, de no ser por la fanaticada que estaba pendiente de vez en cuando, no me habría dado cuenta de la ausencia de El Sujeto. Como cosa mía lo intenté ubicar para saludarlo y saber cómo estaba; lo ubiqué de milagro porque nadie daba razón del hombre, había cambiado de domicilio sin decir nada y ningún allegado me pudo dar razón de él, al final le mandé un correo electrónico y a los cinco minutos estábamos escuchándonos las voces. Me invitó a su nueva casa, yo no le dije que lo iba a entrevistar y menos que iba a grabar el audio de la entrevista, de todas formas se había mostrado amable conmigo y yo sabía que no se podía negar. Llegué, toqué la puerta y me recibió sonriente. Me pidió el favor, con su mano en mi hombro, de que no mirara mucho y no tocara nada, yo le hice caso. Me ofreció un café y nos sentamos en el balcón. Sacó una pipa de barro y empezó a bombear.

PARTE I: La Resurrección.

Andrés Flórez (AF): Sujeto, ¿por qué nos has abandonado?
El Sujeto (ES): Nunca, siempre los pienso y me toco rico.

AF: ¿Dónde estuvo metido El Sujeto todo este tiempo?
ES: Tampoco exagere, fueron unos meses, tres o cuatro. Estuve escribiendo pero para poder cobrarles después. Me cansé de comer elogios.

AF: Entonces, ¿vamos a poder leerlo dónde?, ¿alguna revista, escribiendo en algún periódico?
ES: El año pasado terminé de escribir la primera novelita y me dio por confeccionar un libro de cuentos con unos tantos que tenía y me gustaban bastante. Los mandé a concursar y si ganan, me los publican gratis. Si no, se los voy a cobrar bien caro.

AF: ¿De qué se tratan?, adelántenos algo, si puede.
ES: ¿Me está retando? —increpó.
AF: No, solo quiero que…sí. Lo reto. ¿No es capaz?, ¿le queda tan grande?
ES: Apunte: Doce cuentos para griles es la novela, y Dios está en todas partes es la colección de cuentos. La novela es totalmente desconocida por los lectores del blog, los cuentos, de pronto no.

AF: ¿Y tiene esperanzas de ganar?
ES: ¿Ganar qué?
AF: De ganar el concurso, de que elijan sus obras para publicarlas y, me imagino, para que le den su remuneración económica.
ES: No, yo envié los libros para que los jueces tuvieran el placer de leerme gratis. Solo por un error grave elegirían mis obras, son demasiado buenas como para ganar.

AF: ¿Y ahora?, ¿qué tiene planeado hacer después de haber terminado sus libros?
ES: Seguir con la próxima novela. Ya tengo el argumento principal, los personajes y el contexto; ahora estoy recopilando algunos datos que necesito para dedicarme a la escritura de lleno. Y mientras estoy trabajando en la novela voy a ir publicando en el blog, este espacio es imposible dejarlo quieto por mucho tiempo, es como un hijo, un hijo único y con síndrome de down, pero que tiene un papá soltero y drogadicto.

AF: ¿Se volvió novelista?, ¿está perfilándose como novelista novel?
ES: ¡A por el Nobel! Y no, yo no sé por qué me están persiguiendo tantas novelas, lo mío es el relato. Mientras más corto, mejor. Espero escribir varias cosas, incluso manuales y guías, como me gusta, pero más extensos; tal vez cursos, con audiolibros, con cartilla y toda la cosa, quién sabe.

AF: ¿Y para el blog?, ¿no vuelve a “escribir por elogios”?
ES: Claro, este año he publicado un par de veces y hace poco estrenamos carcasa. Entre y verá, le bajamos al tonito, se puede decir que, de alguna manera, se hace más agradable la lectura. Aunque todos sabemos que a casi nadie le agrada —concluyó en voz baja.

AF: Entonces, ¿podemos decir que volvió El Sujeto con sus cavilaciones?
ES: Podemos decir —afirmó echando una bola de humo espeso.

AF: ¿Algún mensaje que quiera enviarle a sus lectores?, aproveche para saludar a la fanaticada.
ES: ¡Hola, lectores!, les envío un saludo. Recuerden que cada que se masturban, Jesucristo los está espiando con lágrimas de sangre en los ojos.

En ese instante, El Sujeto se levantó de la banca y con el pretexto de ir a rellenar la pipa de barro, se echó una siesta en un sillón. Yo me quedé observando la fauna local y con gusto, esperé hasta que se levantó, cincuenta minutos después, dispuesto a darnos la segunda parte, que la voy a estar publicando los próximos días y, que, como siempre, no se la pueden perder.

¡Zapatero, a sus zapatos!



En mi ciudad, la ciudad más innovadora del mundo, la gente no lee. Hubo un tiempo en que la gente leía y leía mucho, cuando la lectura tenía el punto que se merecía en la sociedad, con poetas y literatos en cargos públicos, reconocidos intelectuales al nivel de otras ciudades de otros países. Ahora, la cosa no puede ser peor: en serio, la gente no lee. Y lo digo con conocimiento de causa, porque desde que empecé a leer con regularidad me di a la tarea de hacer un pequeño sondeo, para hacerme la idea de cuántos, como yo, buscan la manera de mantenerse en contacto con los textos. El resultado, hasta el día de hoy, sin necesidad de tabular ni mediar ni promediar ni de calcular porcentajes, es que la gente no lee; y no lee porque no sabe leer y no le da la gana de aprender.

Empecé con los registros que tenía a mano: miraba las fichas que cada biblioteca pone en los libros para verificar la fecha de préstamo y la fecha de devolución, después preguntándole a mis conocidos, a los conocidos de mis conocidos, y así, de chisme en chisme, me empecé a sentir solo. Con el tiempo y entre mis pesquisas, conocí lectores voraces que me hicieron recuperar la esperanza en los humanos de esta parte del planeta, me pellizqué y sentí que podía hacer algo por la cultura, por la literatura, por el arte, por la humanidad: empecé a recomendarle libros a todo el mundo, inducía a la lectura a todo el que pudiera, pasé varios meses como un loquito, con un libro debajo del brazo, predicando la palabra de La Palabra. Al final de mi cruzada comprendí que era imposible completar el objetivo y desistí.

Ni los viejos, ni los jóvenes, ni los niños quieren leer. Ni siquiera en los círculos que necesariamente implican lectura, en la academia: los textos más populares son resúmenes y monografías ajenas —en busca del anhelado cinco. Vuelvo a exceptuar a algunas ratas de biblioteca, que no han de faltar, que se les ve con frecuencia parados frente a alguna estantería en específico, que usualmente son flacos, viejos y barbados, aunque sería feo excluir a los gordos y a los imberbes. Y digo que no saben leer es porque saber leer implica análisis, saber leer no es solo pasar la retina sobre unas figuras sin hacer el esfuerzo de buscarles significado, eso es leer, y aunque no está mal del todo, hace falta más seso; saber leer es difícil. Pero no porque se dificulte, a veces, deja de ser divertido y, por el contrario, resulta de las diversiones más sanas y más baratas que pueda ofrecer la vida, nada iguala al placer que se siente después de haber descubierto el detalle que el escritor escondió debajo de la alfombra del relato, nadie pasa tantos ratos agradables como quien tiene la costumbre de leer.

Igual que al principio, sigo sin entender a los que no leen. Todos sabemos que es fácil, gratis, divertido, placentero y alimenticio, todos tenemos bibliotecas a la mano y ahora, sobre todo ahora, podemos encontrar cualquier tipo de joya con un par de clics: la excusa antes era que no tenían libros, ahora es que los cansa leer en una pantalla. Sigo sin comprender por qué no leen, acepto que la televisión y las nuevas tecnologías informan y entretienen, pero no educan; un libro no educa, pero un lector ávido nunca va a estar mal educado. Estamos viviendo de nuevo la época en la que las letras le pertenecían a una minoría afortunada con el agravante de que el problema no es la carencia de tecnología sino la abulia masiva. Yo, por eso, no me desgasto más, las letras le pertenecen a unos pocos, este pueblo es de obreros y de mercaderes, no de literatos; de innovadores y no de lectores, por más bibliotecas bonitas que construyan, ¡zapatero, a sus zapatos!

La más innovadora



Llevaba rato sin publicar algo, pero hoy vi la oportunidad perfecta: ¡amanecí viviendo en la ciudad más innovadora del mundo! Medellín, gracias a su progreso (y a una votación por Internet que inundó las redes sociales), es hoy la ciudad más innovadora del mundo, pasándole por encima a cualquier ciudad estadounidense, europea o narniana. Pero no fue la alegría lo que me motivó a escribir, fue la rabia y la tristeza; no fue sino despertarme para empezar a leer a un montón de desagradecidos y de pesimistas, intentando manchar este gran galardón con sus opiniones tergiversadas y su manera envidiosa de desprestigiar al que triunfa.

La Tacita de Plata, La Ciudad de la Eterna Primavera, La Bella Villa o como prefieran llamarle, todos lo sabemos, ha sido la mejor ciudad en todo el mundo desde que Cosiaca tenía memoria. Estando poblada por diversas tribus, los españoles vieron la joya que tenían ante sus ojos y entendieron lo que debían hacer de inmediato: la bautizaron, la coronaron y la hicieron suya hasta el punto de que hoy por hoy, Antioquia es la región con la genética más española de todo el país  —según unos estudios que no me acuerdo dónde leí, pero que necesito que me crean—; acá llegó a morir Gardel, Lavoe se fabricó un par de fiestas y Madonna nos honró con su majestuosa presencia unas horas.

No caben dudas, pues, Medellín es La Putería, pero no fue por eso que nos ganamos el galardón, fue por innovadores, fue por creadores y por emprendedores. Y por hacer buen uso del lobby. Nuestros alcaldes y gobernadores han sabido moverse en los últimos años apostándole a la cultura, y aunque perdieron esa apuesta, la imagen de la ciudad violenta se cambió por la de unas zonas de invasión con bibliotecas realmente bonitas. Y no solo eso, el Metro le ha dado un nuevo aire a la ciudad, ahora no parece Medellín sino Bangkok, con sus tumultos de gente compartiendo sopores y olores, la Cultura Metro ha mejorado el nivel de vida de los dueños del Metro y de los negocios aledaños a las estaciones.

Hay que aceptar que tenemos nuestros problemitas —que no le faltan a ninguna ciudad—, pero, ¿acaso no se dan cuenta de qué se trata la innovación?; no es que seamos violentos, somos innovadores en métodos efectivos de cobranza de cuentas, no es que seamos corruptos, somos innovadores en manejo óptimo de presupuestos y de influencias, no hay paramilitarismo, somos innovadores en creación de cuadrillas de seguridad privada, no es que estemos matándonos entre nosotros, tenemos una innovadora industria tanatopráctica pujante con mucha materia prima, no es que estemos invadidos por el hampa, es que somos pioneros en diversificación de técnicas de recaudación de bienes, no es que tengamos políticos mediocres, es que revolucionamos la manera de gobernar y lo hacemos de una manera tan discreta que ni se nota: no es que tengamos problemas de orden público, es que somos innovadores en desorden público.

Yo tengo que agradecerle al alcalde y al gobernador todo lo que han hecho para sacar adelante esta ciudad, y además de agradecerles debo felicitarlos, a ellos y a la ciudad, de verdad nos merecemos ese premio, Medellín debe llevar el nombre de ciudad innovadora, la más de todas. Y motivarlos a que sigan haciendo caso omiso a las quejas y a los reclamos sin fundamento, las personas desocupadas no hacen otra cosa que ver problemas, a esas, como siempre, oídos sordos. Y para los que no están contentos, pues les recuerdo que hay más ciudades para que vivan, si no les gusta vivir en el progreso, váyanse: acá vamos a seguir firmes porque la sangre se lava y el cemento queda.

El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.