Su casa es mi casa

A nadie le gusta que se le metan a la casa sin permiso. Tampoco conozco la primera persona que disfrute la visita de un intruso molesto, malgeniado, maleducado, grosero, altanero y pendenciero. Menos, cuando se trata de muchos, de miles, de ―tal vez― millones de intrusos con esa descripción. ¿Qué pensaría si, estando tranquilo en su casa, tirado en su sillón, de repente se apareciera un grupo de intrusos cochinos, bullosos y mañosos? De inmediato los sacaría de su morada y, de ser necesario, acudiría a la fuerza bruta o a la fuerza policial, que en cualquier caso es la misma, para desterrar a los invasores, estoy seguro. Yo haría lo mismo, porque, en serio, a nadie le gusta que se le metan a la casa sin permiso.

Pero existe un grupo de personas que no dicen nada, que no protestan, que aceptan intrusos de cualquier calaña y cualquier estirpe, que soportan la falta de sensibilidad de la mayoría de los invasores de su espacio, que resisten cualquier cantidad de eufemismos existentes para su denominación y dizque clasificación, que no lucha por defenderse sino por sobrevivir de las sobras de sus invasores en su propia casa. En mi infancia les  llamábamos locos, luego gamines, aparecen más tarde los indigentes, después desechables y, ahora, para perfumar el bollo social, se les conoce con el honorable y despectivísimo apelativo de Habitantes de la calle. Es honorable porque es hermoso, llega a ser casi poético, decir que la calle es la casa y apropiarse de los espacios que ella brinda, ¡cuánto arte! Pero es despectivo, es horroroso saber cómo lo significan.

Un habitante de calle es una persona que decidió o no, vivir en condiciones distintas a las que se consideran normales. Que no figura en un banco, que no tiene casa propia, que no es propietaria legal de algún terreno, por ende, no tributa, no necesita pagar impuestos, no tiene un cargo mensual fijo de electricidad, agua, gas o telefonía, menos de Internet o planes de telefonía móvil. Son personas que no tienen las mismas costumbres porque no tienen las mismas necesidades. No todos están locos, las psicopatías no son para un sector social exclusivo. No son necesariamente gamines, porque gamín se refiere al niño de la calle. Tampoco indigentes, estrictamente hablando, porque indigente es quien no puede suplir las necesidades básicas (alimentación, educación, vivienda, manutención) y esto pone a la mayoría de mis compatriotas en estado de indigencia, aunque no a todos les guste vivir en la calle.


La próxima vez que salga de su casa, sea consciente de que automáticamente entra en la casa de otros. Actúe como quisiera que actuaran en su casa, piénsese como un invitado y haga que su visita sea agradable. Respete la casa de los demás para que pueda exigir el respeto de la suya; fíjese cómo se pasean esas personas en esa casa ajena, cómo la irrespetan, cómo la maltratan, y luego dígame: ¿quiénes son los desechables?

El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.