¡Ahora sí siento orgullo!

¡Ahora sí siento orgullo!, ¡esta era la selección que estaba extrañando! A excepción del último partido en la Copa América pasada, pensé que no volvería a ver a mi Selección Colombia jugando de nuevo así. Es que, no es por nada, pero después de la racha positiva que tuvo con Falcao y Pékerman, iban a llegar tiempos negros ―o afrodescendientes, como prefieran las minorías que me están leyendo― para el fútbol colombiano. Radamel estaba en la cima de su carrera y José llegó a ponerle orden al combo desordenado y carente de juego grupal. Pero después del partido de ayer contra Argentina, debo confesar que lloré. Lloré de felicidad con el gol del rival porque vi lo que hacía tiempo estaba esperando: la llegada de la gloriosa Decepción Colombia.

Falcao no sirve cuando está lesionado o en bajo nivel y a Pékerman se le salió de las manos el grupito. O sea, no es que Teo llegue armado al camerino, como antes, o que alguno de los muchachos esté dañando vértebras, como Zúñiga en sus buenos tiempos, lo que pasa es que ya no les da para más. Llegaron a un mundial y eso fue bastante. Pasaron a instancias importantes y eso ya fue la tapa. Esos partidos fueron los peores de mi tricolor, ¡no parecía Colombia! Pero dicen que después de la tormenta llega la calma, y de todo corazón, espero que esto que volvió a comenzar no se acabe jamás.

Así es que tenemos que jugar de ahora en adelante, como jugamos contra Argentina, sin ganas, sin talento, sin ideas; sin juego. Así tiene que ser siempre, un equipo con figuras en buenos equipos del extranjero que cuando se juntan a tocar un balón, se les olvida para qué los llamaron. Una selección de jugadores que solo brillan en el exterior, donde hay ligas que sí juegan al fútbol. Una grupo de estrellas autómatas pero mal automatizadas que salen al campo a darlo todo para hacer el ridículo. Porque perder así, con el otro arco en ceros, contra la peor alineación de Argentina de las últimas décadas, sin Messi, con James empujando a los compañeros, desesperado: eso es hacer el ridículo. Así es que tenemos que jugar de ahora en adelante, a perder con ganas. Y ya que menciono a James, veo que los haters del que a veces juega en el Real Madrid pero es más conocido por modelar calzoncillos o bailar el Ras Tas Tas, andan reclamándole dizque liderazgo; que un líder no trata así a sus compañeros, que un líder aporta juego y no críticas destructivas y bla bla bla, pura envidia. James no tiene que liderar nada porque en ese equipo no hay nada para liderar. Además, ser líder es una responsabilidad muy grande como para dársela a un jovencito que, como mucho, puede sostener una conversación corta sin repetir dos veces la misma sílaba.

Me siento orgulloso de que un cretino de esa calaña sea la cabeza visible de mi selección, me siento orgulloso del juego feo que ha caracterizado al equipo de estos años, me siento orgulloso de la hinchada tan fiel y tan asesina que tiene, me siento orgulloso de sentir orgullo ante la derrota, y sobre todo, me siento orgulloso de los publicistas colombianos, porque dejémonos de pendejadas, ¡así es que se vende una cerveza!

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.