Todavía tengo tiempo

        Entré al bar rogando por un trago. Los chicos estaban jugando su pago en las cartas. Las dos tragaperras estaban atrofiadas. Henry me sonrió. El tipo no sonreía. Parecía sorprendido.

        ― ¿Qué pasa con mi whisky?
        ― No te muevas de ahí.
        ― ¿Qué puede ser tan importante?
        ― ¿Y lo preguntas?

        Echó dos hielos sobre un vaso que tenía algo de contenido. Me lo entregó. Lo vacié. Otro, dije. En seguida, dijo. Había solo tres mesas ocupadas. Los jueves en la tarde no hay mucha gente bebiendo. O sí, pero no en el bar. Estaba solo. Solo relativamente.

     Henry me entregó el vaso. Menos hielo que la primera vez. Volví a desocuparlo en un solo viaje. Seguía mirándome con sorpresa. A mí me incomodaba que alguien supiera algo sobre mí que yo no supiera. Yo no sabía.
       
        ― ¿Qué pasa?, ¿nunca has visto a un hombre de verdad?
        ― Te entiendo. Yo tampoco quisiera hablar del asunto.
        ― ¿Cuál asunto?
        ― Anoche.
        ― ¿Qué pasó anoche?
        ― No sé, eso quiero saber.
        ― Pues yo también.

        Ahí empecé a recordarlo todo: no recordaba nada. Llegué al bar, como de costumbre, dijo. Entré mojado y dando tumbos porque llovía y estaba ebrio, dijo. Insulté a dos maricas que estaban usando el baño sin estar bebiendo, dijo. Llegué a la barra y le pedí un arma, dijo, también. No le pedí un trago, le pedí la escopeta, dijo. Necesito matar a ese cabrón, dije, dijo. Henry trató de calmarme, dijo. No sabía a cuál cabrón me refería, dijo. Le rogué que me vendiera la escopeta y le dejé sobre la mesa un par de billetes de cien, dijo.

        ― ¿Y por qué me vendiste una escopeta?
        ― ¿Qué podía hacer?, no sabía quién era el cabrón.
        ― Te hubieras asegurado antes.
        ― Yo confío en tu criterio.
        ― ¿Estaba cargada?
        ― Tenía un cartucho.

Un solo cartucho alcanzaba para matar a un cabrón. Me fui del bar dando tumbos y mojado. Como había entrado, dijo. Salí refunfuñando, diciéndole cosas a los que estaban, dijo. También quise darle una patada a la puerta pero fallé y casi me caigo, dijo. Lo importante del caso era que yo estaba bien, dijo. Miré el reloj y me despedí. Apuré a pagar los tragos.
       
        ― ¿Te vas tan temprano?
        ― Tengo tiempo de encontrar el cadáver y la escopeta. Todavía tengo tiempo.

No hay comentarios:

El Sujeto

Mi foto
Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.