Dizque fútbol dizque profesional

No es por el poco nivel de competición, tampoco es por la mentalidad pobre de técnicos y jugadores, no es por los patrocinadores locales, ni por las canchas en mal estado, ni por la mafia que permea todas las instancias de nuestro país: es por los hinchas, es por los hinchas fanáticos que el fútbol colombiano ya no vale un centavo. Tuvimos época gloriosa como liga, tuvimos época dorada como selección, pero ahora no somos más que una pequeña cantera de talentos que no funcionan si no tienen sellado el pasaporte. No vamos a engañarnos, el fútbol colombiano está viviendo su peor momento. Cada semana somos testigos de la decadencia que vive nuestro balompié, somos los asistentes del espectáculo tan bochornoso que algunos osan llamarle dizque fútbol dizque profesional.

Para nadie es un secreto que el fútbol, más que un deporte, es un negocio. Y un negocio muy rentable que mueve varias industrias, un negocio donde confluyen los medios, los deportes, el espectáculo y el comercio, un negocio del que dependen miles de personas en cada ciudad. Y no solo acá, el negocio funciona en cualquier parte del globo y el único límite que conoce es el de la legalidad. Un equipo de fútbol, como cualquier negocio, tiene clientes. Los clientes son los hinchas, en gran parte: un equipo sin hinchas difícilmente sobrevive. Cuando un local tiene buenos clientes, el negocio crece y lo mismo pasa con el fútbol. También pasa lo contrario, cuando el local comienza a tener una clientela mala, el negocio tiende a quebrar; es de lógica. En el fútbol es equivalente y cuando un equipo tiene una mala hinchada, empieza a tener problemas para avanzar.

Y no puedo asegurar que todos los hinchas sean fanáticos violentos y bochornosos, lo que sí puedo asegurar es que todos los fanáticos violentos y bochornosos son hinchas. No importa el equipo, todos los planteles cuentan con una cuota criminal en sus hinchadas, ninguno se salva. Es imposible pensar en el fútbol colombiano sin pensar en los hinchas colombianos, así en general: los hinchas colombianos. Eso se nota mucho en las afueras de los estadios, las noticias de peleas entre barristas son de no parar; pero se ve más reflejado adentro, en el juego. Ya los futbolistas no juegan fútbol, simplemente necesitan que los vean. Y no que los vea el hincha colombiano, eso no sirve, eso para qué: necesita salir a ganar mucho dinero en otra liga donde hay buenos hinchas que hacen que los patrocinadores o los dueños de los equipos confíen en que el negocio es rentable y desembolsen el capital que haga falta. Es simple.

Pero no tiene la culpa la liga, ni el equipo, ni la hinchada ―ni siquiera los hinchas violentos, ellos solo son parte del juego―, ni la mentalidad de los jugadores, ni el color del equipo, la culpa es de todos los actores del negocio, es un círculo vicioso que no se acaba ni con campañas de sensibilización, ni carnetización de hinchas, ni cámaras de seguridad de alta definición en los estadios: se cambia de cliente o se cae el negocio. Para mejorar el nivel del fútbol se necesitan mejores hinchadas, más en calidad que en cantidad, una hinchada que sirva de apoyo y no que funcione como obstáculo; una hinchada que pase de tener hinchas a tener seguidores.

Es el deporte preferido por la gente y por los medios, es el deporte más apoyado y más difundido, el deporte con mejores instalaciones para capacitación y entrenamiento, el deporte con más inversión por parte de las grandes empresas, sin embargo nos ha traído más penas que glorias, nos ha dado más muertos que copas, nos ha limitado a ver el fútbol como un negocio. Va siendo hora de dejarlo a un lado, el deporte nacional debe hacernos sentir orgullo y no vergüenza, habiendo deportes con más nivel, con más talla y con más medallas, es tiempo de que les demos más importancia, sobre todo como público, como consumidores. Cuando las empresas vean que el espectáculo cambió de sitio, simplemente cambian sus inversiones. Yo voto por el ciclismo: después de todo, nunca he sabido de un seguidor de Nairo apuñalado por un seguidor de Rigo.

Colombia feminista

Fuente:
 https://pinterest.com/rosiesbandana/rosie-the-riveter-fun/
A raíz de la reciente aprobación de la famosa Ley del feminicidio (Ley 1761 de 2015) en Colombia, me empecé a cuestionar sobre el tema de fondo, el feminismo y todo lo que lo rodea. Después de varias semanas de pensarlo, llegué a una conclusión: Colombia debería ser el primer país feminista. A primera vista parece una idea apresurada, un juicio sin fundamento, pero no lo es para nada. Actualmente, según esa ley, es más grave quitarle la vida a una mujer que a un hombre, eso equivale a que es más importante una vida femenina que una masculina: ya dimos el primer paso.

Como sabemos y como el feminismo se ha empeñado en recordárnoslo―, nacimos en una sociedad patriarcal y no hemos hecho mucho para que la situación cambie; ni hombres, ni mujeres. Colombia, hasta hace poco, era un país machista, regido por hombres para  hombres: las mujeres escasamente ganaban importancia siendo la moza de algún prócer, y cuando llegaban a ser socialmente aceptadas como líderes, a lo sumo, obtenían su cara en algún billete. Pero estuvimos equivocados todo el tiempo, teníamos que mirar hacia otro lado. Pasaron los años y llegaron mujeres inolvidables para el país, Débora Arango, Maria Isabel Urrutia, Blanquita, Natalia París, Luly Bosa, Laisa o Marbelle ―ahora Marvel, como en inglés―.

No nos digamos mentiras, Colombia está en la olla. Estamos jodidos, no hay mucho por hacer acá, a menos de que nos volvamos abiertamente feministas. Todo el problema empezó desde la colonización, los españoles mandaron hombres a colonizar; si hubieran enviado mujeres, probablemente se habrían acabado primero entre ellas antes de arrasar con los pueblos nativos. De ahí para adelante se dañó el asunto porque el país solo ha sido manejado por hombres. ¿Por qué lo digo?, para nadie es un secreto que las mujeres son mejores administradoras, mejores consejeras, mejores analistas, mejores calculadoras, mejores embaucadoras, ¿qué más cualidades necesita un presidente?

Y las que acabo de mencionar son solo algunas de las ventajas que nos llevan las mujeres a los hombres, pero faltan dos muy importantes: tienen un umbral de dolor más alto que nosotros y nos triplican en cantidad. La unión hace la fuerza, y unidas, ellas son más fuertes y aguantan más dolor. Voy a lo siguiente: ellas no son el sexo débil, somos nosotros, a un hombre no se le toca ni con el pétalo de una rosa.  Sería denigrante para el nuevo sexo dominante que lo sigamos tratando como tratamos a los niños. Dejemos que nos cedan el puesto para que se sientan bien, dejemos que nos protejan, que nos paguen la cuenta, que trabajen todo el día para darnos un hogar y poder tener una bonita familia matriarcal.

Ellas, las fuertes y valientes, son las que deben prestar el servicio militar para defendernos de los facinerosos narcoterroristas. Ellas son las que deben realizar el trabajo pesado ―que hasta hoy, era para el nuevo sexo débil―, ellas son las que deben asumir los roles violentos porque han demostrado ser más hábiles con la venganza; nosotros tuvimos la oportunidad y nos la mecateamos en cositas. Como hombres, solo sabemos ensuciar y a Colombia, nuestra casa, la dejamos sucia: no hay nadie mejor que ellas para lograr limpiarla.

El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.